24/10/09


En azul la narración de Kasey
En turquesa la narración de Aselai
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Alternancias

Te acaricio el brazo hasta la mano rozándote la piel con la punta de los dedos, se te eriza el vello de la nuca y suspiras. Duermes boca abajo con la espalda al descubierto, recorro tu columna con besos secos, te huelo el pelo aspirando profundo abrazada a ti con la cara oculta en la marea roja, en el silencio. Me quedo aquí hasta que despiertas moviéndote bajo mi cuerpo, sonrío entre tus cabellos y soplo en tu cuello provocándote cosquillas. Te mueves otra vez bostezando, me separo con desgana y te beso en la boca cuando volteas la cara. Te lamo el mentón y salgo de la cama mientras te refriegas el rostro y me regañas, yo me rio camino a la cocina, se me congelan los pies descalzos con la baldosa fría. Preparo el desayuno.

Te veo frente al ventanal, con el semblante nostálgico, la luz del día te llega en la cara, me acerco a ti y tomándote la mano con la palma hacia arriba te entrego la taza de té. Me sonríes y sólo quiero llorar.

Siento el calor del sol en mi cara, en todo el cuerpo, siento el calor de la taza de té a través del platillo de porcelana. No me hablas, porque te temblará la voz. Estás triste como yo, por nada en especial, por todo. Siento tu mirada sobre mí y me quema más que las baldosas calientes la planta de los pies. Te oigo beber e intento mirarte a la cara guiada por el ruido. Lo haces con esa intención.

Me miras como quiero.

Quiero verte y sólo puedo imaginarte. Apoyada en el alféizar con los ojos entrecerrados, las pestañas largas, tus labios finos, el pelo largo, liso y liviano, el flequillo por debajo de los ojos. No sé de qué color son. No sé si sonríes o lloras en silencio. Sé que hueles bien,
que eres delgada, que tienes piernas firmes. Que eres hermosa, que soy afortunada.

Cuando te conocí intentabas ser invisible como el mundo lo ha sido para ti desde hace tanto tiempo. Vives de recuerdos borrosos y siento que todo lo que hago para hacerte feliz nunca es suficiente. Te admiro como no te imaginas, tanto como te amo y temo por nosotras. Sabes siempre como me siento, por como hablo y me muevo. Yo te veo y no siempre sé qué te sucede. Estoy tan triste. Por favor no lo descubras. Estoy tan feliz y enamorada de ti.

Sólo soy tu carga, necesito ayuda para todo. A veces no lo soporto.
Sin que me duela, o que me cause amarte más el extrañarte, ni tristeza.
Miedo a la desilusión, sin sentir el calor o el sueño.
El futuro incierto o la desazón, el estremecimiento.
Sin creer, ni oigo el lamento, ni te veo.
Dejar que me dejes, obligarte, mientras te amo.

Me rio de ti, de tus razonamientos sin sentido, de cosas que no quieres en verdad, de lo que sea que pase por tu mente frente al ventanal, de tu semblante pensativo, de tu sufrimiento y el mío. Del té helado, del reloj que marca las 10, del sábado. Te hablo de la gente que está en el jardín del instituto, sentados en el pasto, de su felicidad común y corriente, de las parejas que pasan frente al gran portón de entrada, de su amor normal, fácil y correcto. Hoy afuera todo se ve realmente bien, el cielo y los árboles. Te miro otra vez y estás en el suelo, sentada y en silencio, con la taza a un lado de los pies. Gritas, tan repentinamente que me asusto, gritas mientras miro hacia afuera, con la luz en el rostro. Gritas aunque pareciera desgarrarte la garganta. Me fui a meter a la cama boca abajo y te llamé contra la almohada. Te callaste y sentí tu peso sobre el cuerpo cuando me abrasaste y hundiste tu rostro en mis cabellos.

Me dices que soy tonta, me rio y te volteas. Te lamo el mentón y salgo de la cama mientras intentas ponerte seria y parecer molesta, sólo logras reír.



14/10/09


En azul la narración de Kasey
En turquesa la narración de Aselai
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De buena gana

Repasé por séptima u octava vez la misma línea, incapaz de mantener la concentración.
Tenías el ceño arrugado, los labios apretados y tiritabas un poco con la corriente de aire que se formaba en la biblioteca. Era verano y el sol quemaba fuerte, pero corría un viento fresco y el lugar estaba helado. Llevabas vestido, celeste esta vez y tenías la vista fija en mi cara. Me sentí observada hasta el alma, sin que fuese así ni superficialmente. Me sonreías amplio y radiante, te he leído la misma línea unas siete veces, sin duda te causa gracia. Hago como que no pasa nada y sigo leyendo, tienes las manos sobre el regazo, alisas la tela de vez en cuando, arrugas el ceño otra vez, así sé que me escuchas. Yo ni sé qué te estoy diciendo, porque no leo nada en verdad e igual te hablo. Si no fuese la biblioteca te reirías de buena gana. Si no fuera la biblioteca de buena gana te besaría.





5/10/09


clasificación +16
narrador omnisciente
entrada de longitud decente
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Hubo un tiempo en que reías

Una chiquilla delgaducha, de pelo liso y largo hasta la cintura, alumna del internado para niñas Lirios, se paseaba de un lado a otro frente a la habitación 32 de dicho lugar, tallado en la madera se leía Aselai Henell y en la cara de la muchacha la inseguridad. Llevaba unas cuantas flores en la mano y no dejaba de morderse el labio inferior hasta volverlo blanco, no tenía buen aspecto, pero de vez en cuando parecía recordar algo que la hacía sonrojarse y sonreír, le sentaba bien. Al fin tocó la puerta colocando las manos en su espalda, bajando la mirada hasta el suelo esperó hasta que lo vio iluminarse junto con escuchar el suave crujir de la puerta, alzó la vista y la luz que provenía de la habitación le golpeó en los ojos, el ventanal abierto, las cortinas bailando con el viento, el pelo rojo y la radiante sonrisa de su compañera.
Le temblaron las manos, no así la voz.


-Te traje flores…

Entró en la habitación, cerró, y besó a su compañera apoyada contra la puerta con los ojos abiertos clavados en la tela delgada y blanca que cubría las ventanas, agitada por la brisa de la primavera, agitada… y como todos los días le peinó los cabellos con sus dedos mientras la pelirroja olía las flores sentada frente al espejo en donde sólo Kasey Vedier podía verse y verla a ella sonreir cada vez que le besaba el cuello y le acariciaba los brazos y hundía su nariz en el infierno.


Su olor tan femenino la estaba intoxicando, el pelo recién lavado, sus gestos, su cuerpo. Sólo quería que la pelirroja gritara su nombre con todas sus fuerzas, porque era demasiado, quería que la sintiese tan cerca que no necesitara nada más que a ella. Ya no está nerviosa, sólo ansiosa, desesperada. Pone una pierna entre las de ella y certeramente la roza hasta escucharla gemir, la vuelve loca, la ve echar la cabeza hacia atrás, busca sus labios para besarla, le sonríe natural y sincera, dulce y sensual. Están a ciegas, es un camino que no han recorrido, pero no falta pasión, se dejan llevar, aún cuando todo parece un sueño y hay pensamientos que atormentan. Hay demasiada luz en aquella habitación, le desanuda la corbata, los botones de la blusa, atrapa uno de sus pechos en su mano y la acaricia hasta que diga su nombre, y se ríe. Se separa de ella y la observa, le dice cosas atrevidas, se siente bien con ella, libre, la recorre con la vista y luego con su lengua, la escucha decir su nombre mil veces, susurrando, gritando, gruñendo, suspirando. Aselai arquea la espalda entregada, cuando Kasey le cuela los dedos por la falda y queda al descubierto, está húmeda, vuelve a arquearse cuando su amiga ríe de nuevo mientras juega, mientras la toca. El azul ya no era azul, tenía las pupilas completamente dilatadas…



3/10/09


En
azul la narración de Kasey
En turquesa la narración de Aselai
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Ahora nada

Hubo un tiempo en que llorabas cuando hacíamos el amor, como hubo uno en que reías, ahora ni lo uno ni lo otro, ahora nada. No puedo verte Kasey, necesito que hagas algo más que estar aquí conmigo, porque aún así es como si no estuvieras, sé que hay cosas con las que tienes que lidiar sin que yo pueda ayudarte, pero me importas, quiero que me cuentes, quiero escucharte reír otra vez, quiero que seas mis ojos incluso ante los problemas, deja de cuidarme de esa manera, nos alejas del resto, tú me alejas de ti. Eres tú la que se va, eres tú la que cree que no necesitamos hablarnos.

Hubo un tiempo en que reías…




 
 
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