17/7/07


La melodía suave y dulzona, como terrón de azúcar, radiante de alegría, dotada de una resplandeciente sonrisa, ojos penetrantes y cabellos frágiles, emergente de un arpa gloriosa, de instrumentos santos, de corazones felices, sensibles y cálidos, de seres que los hombres no pueden divisar por su oscuridad y su ceguera humana, recorrió el espacio hasta su único destinatario, se coló por su nariz, ojos y oídos cual humo de incienso, y en un instante ínfimo para los hombres comunes, sagrado para los que están más allá, el afortunado sintió el sopor, trastabillo en su posición frente al mar eterno y cayó en la modorra, en un sueño ameno. El canto de sirenas culminó junto a la noche, y ojos azules se abrieron serenos en la arena tibia, hacia las aguas que lo mecieron. El recuerdo de la canción que le recorrió el interior, llenándolo de paz y buenos pensamientos, le hizo brillar los ojos, miró el camino recorrido en su caminata nocturna, triste, solitaria y confusa y vio como el agua había borrado las huellas mientras, con agradables sensaciones, libre de miedos y pesadillas, dormía. Un despertar a la felicidad dotado de memorias sobre un canto mágico. Una mujer con un vestido blanco, por donde el viento atravesaba la tela de un lado a otro, esquivando hilos en carrera, le sonrió ampliamente desde una roca y se lanzó al mar, él sintió vivir nuevamente.




3/7/07

sea por gaia


Rabia. El frenesí inevitable lo hizo ver rojo al mundo, el hombre a su lado, lleno de triste calma, lo vio igual.

Sus armas; sus manos. Su fuerza; su voluntad. Su muerte; la de los demás. Destrucción.
Desagradable olor a guerra. Amargo sabor a sangre enemiga. Produce nauseas.
La tierra un vómito de cuerpos sin vida.
Batalla ganada, en el fondo se sabe pérdida.
Sea por Gaia.

 
 
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