28/8/07

poema diamante


Se sentaron espalda con espalda, ella no quería mirarle (cobarde), porque se conocían hace tan poco tiempo y ya le confesaba algo que a nadie más, jamás, nunca más.

Te amo.
Te amo te amo.
Te amo te amo te amo.
Te amo te amo te amo te amo.
Te amo te amo te amo te amo te amo.
Te amo te amo te amo te amo te amo te amo.
Te amo te amo te amo te amo te amo.
Te amo te amo te amo te amo.
Te amo te amo te amo.
Te amo te amo.
Te amo.

21/8/07

buzón rojo


Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares de noche ni de día, ni en la hora de mi muerte, sobretodo en la hora de mi muerte. Amén.

Apagó la vela con los dedos, se deslizó suave por el colchón, se tapó con la cobija hasta las orejas, cerró sus ojos y soñó, con el buzón rojo de los Vedier.

El Callejón de Eva era sin duda su atajo favorito, lo cruzaba en veinticuatro pasos, veinticuatro pasos contados como segundos antes de morir al otro lado, salir a la luz de la Av. La Vigía, sosteniendo el aliento antes de mirar al frente, para luego dar un sonoro suspiro y ver su lata roja sangre oxidada por 18 años a la intemperie y olvidado, como su corazón anhelante de que alguien le escriba. Los dos eran iguales, siempre a la espera de una encomienda, una postal, una tarjeta, un saludo en un pequeño papel, hasta un mensaje en un boleto de tren, una carta que llenara el hueco húmedo y oscuro de su alma, objeto inanimado ahí plantado en la tierra, sin nada más que hacer que esperar la vida sin ojos por los cuales llorar, sin boca por la cual gritar, sin nariz para respirar agitadamente ante la desesperación, sin rostro.

Cruzaba la calle al salir del callejón dando otro suspiro, llenando sus pulmones con aire hasta el tope, y exhalando por la boca pausadamente para tranquilizar su corazón, ahí, en la casa abandonada de los Vedier, se hallaba su amigo, el buzón con su banderín agachado, como un cachorro pidiendo disculpas a su amo, era como mirarse a un espejo, aunque ella pidiese perdón al mundo. Le observaba durante horas, todos los días, sin excepción, esperaba siempre con ansias el amanecer para correr al callejón y contar los últimos pasos antes de…

Día miércoles primero de Noviembre, día de todos los Santos, veinticuatro pasos por el Callejón de Eva, sostuvo el aliento por última vez, el suspiro nunca llegó, cuando miró al frente, hacia el buzón rojo del banderín alzado, sonrió y murió.




15/8/07

Hizo crack cuando lo partí en dos, galletón con nube y viento cálido, me sorprendió la vibración del suelo a través de mis calcetines rayados, era el Nogal que bailaba moviendo sus raíces, aunque esto nadie lo podía ver, sólo apreciaban sus ramas que juraban movía el viento, pero si podían sentirlo, cuando hacía temblar la tierra al compás de sus nueces soñadoras que sonaban sonrientes, tac tac tac, me senté apoyada en su tronco viejo, oloroso y vivo, me comí el galletón partido y le regalé la otra mitad.



 
 
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