5/4/10


En azul la narración de Kasey
En turquesa la narración de Aselai
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Carmesí

Hoy te siento ausente, pero te amo ¿Me amas tú?
Desaparezco y si el día fuera otro...
Me hago a un lado. Presente mi ausencia.

Besando el aire. El frío que quema.
La piel que aún arde al roce de las bocas.

Tengo tu olor y corazón ahogado ¿Qué más necesitamos?

Lo sabes. Cuando te haga el amor será para dejarte.

Sobre el edredón de espalda, el lirio que se consume. Sobre ella con una rodilla a cada lado de sus caderas y las manos a cada lado de su cabeza, el lirio de fuego la mira eternamente cerca.
No importa cuanto avanzó el reloj, si importa el error implícito en el gesto, ese en el inicio del amor bajo las sábanas que no volvería a suceder porque no dejaría que se les acabara el tiempo para ser felices.

Desde donde estoy me asustas, no veo tu rostro y escucho que llueve otra vez.
Hace unas semanas acerqué mi boca a tu oído y te recité poemas que aprendí de memoria, no era romántica sino graciosa, juntas éramos brillantes, profundas. Te hice escuchar el mar en las caracolas, te hablé desde el fondo de los océanos, se me perdió la risa.
No cerramos las cortinas, pero la luz de la luna no te baña y tus ojos se pierden en la oscuridad, empiezo a inquietarme y a sentir que pierdo algo, tú estas tan concentrada. Sé que tengo opciones, quedarme dónde estoy, o hacer algo, no sé cuál es la correcta, giro la cabeza porque siento vergüenza de tu mirada sobre mi indecisión. Veo tu mano a mi lado sujetar con fuerza mi pelo sobre la almohada. Tengo el impulso equivocado. Te seco las lágrimas que me hacen sentir ese mar que recuerdo salado en la garganta, me inclino hacia tus labios para besarlos teniendo la amarga sensación de lo que se acaba. Como del intangible haber entre tu cuerpo y tu alma, siento tu pena
pesarme y hundirme en el colchón. Lloro desesperada y sigo con amargura, ya nublada la visión, tu camisón desaparecer en la soledad de los pasillos fuera de mí.

Cuando se ama se puede llegar al borde de todo. La culpa me acaricia el pecho con dedos ásperos, me entumece, me adolece. Escucho el eco de tus pies descalzos correr por los pasillos desiertos, esa noche que no es otra noche, no cualquiera sino esta, presente. Corro
tras de ti casi fundiendo mis labios en uno para no llamarte ¿Por qué? ¿Cuándo dejé de hablarte? Sigo escuchando como te alejas. La garganta se me irrita dolorosamente con el aire congelado, jadeo. Cuando pienso que te veré al girar en una esquina no estás. Lo único que me llega es el sonido de la lluvia. No sé si dejaste de correr o estás tan lejos de mí que ya no podré alcanzarte jamás.
Me dejo caer. Me doy cuenta que estoy temblando. Que estoy afuera. Que estoy mojada... Tu piel es tan suave y
adictiva...

-No vayas a
enfermarte As, abrígate que está helado... -Te digo, porque no oirás.

Volví a tu habitación por costumbre, estás en la cama, el camisón empapado en el suelo. Las tijeras abiertas sobre mi almohada, el carmesí que lo ha cubierto todo.


 
 
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