19/9/07


Aunque quiera escribirla, dibujarla o hacerla melodía, no se puede, no se puede retratar tanta belleza, su sublime omnipresencia, su excelsa calidez, ella es divinidad en tierra. Nunca podré terminar sus labios, jamás la tendré plasmada en el papel, imposible que haya algo igual, si ella es única hasta para una canción maravillosa, cómo pude imaginar copiar su alma y su cuerpo siendo aquellos tan perfectos, jamás lo lograré, de todas formas, nunca más lo intentaré, la contemplaré en vida y a su muerte con ella moriré, sin su imagen en mis ojos no hay más vida que vivir.







6/9/07

girar

Y no podía dejar de girar, aún sabiendo que era tarde y debía de estar en casa cuanto antes. Si la vida pudiese mostrarse con una sola acción, sería esa. La emoción la llenaba desde el pelo hasta los pies, que giraban en círculos sobre el pavimento, la alegría mojaba su rostro en pequeñas gotas de lluvia, fresca y acogedora y no podía dejar de girar.
Era cerca del medio día y hace sólo unos minutos había dejado el aula de clases, la escuela, todo ese mundo ajeno y hostil detrás, las paredes frías, las miradas indiferentes, el rumor de la gente, todo atrás, tan rápido como le permitían sus piernas, se dejó llevar por el deseo de estar pronto en casa, donde la esperaban miradas cálidas y amplias sonrisas.
Al salir de aquel lugar miró al cielo y vio con júbilo la venida de unas cuantas nubes negras, algo extraño en esa época del año, algo excitante para una amante de la lluvia de verano, se decidió a caminar lento, tal vez tendría la suerte de que las gotas la encontraran en el camino. Las nubes cubrieron el sol en poco tiempo y para sorpresa suya, en el suelo, se formaron manchas de luz, por los rayos que quedaban en libertad de tocar tierra, y se largó a llover, y siguió caminando, amplió su sonrisa cuando descubrió que no llovía en todo el lugar, sólo en los sectores donde el suelo se cubría de sombras, se detuvo, estiró un brazo desde la luz hacia la oscuridad y pequeños ríos de agua tibia recorrieron la palma de su mano, y comenzó a girar, no podía dejar de girar, a pesar de sentir las miradas de la gente que pasaba por ahí, indiferentes a tanta maravilla, al grandioso espectáculo regalo del cielo, y se cubrían las cabezas con cuadernos y periódicos, y no comprendían. Y sin poder dejar de girar, recordó cuando respiró negro y exhaló lila, cuando abrió los ojos y se encontró en casa, con ropa seca en las manos de su mamá y una sonrisa perfecta de bienvenida al hogar.



 
 
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